Describir tu trabajo con tareas es firmar tu obsolescencia
O por qué seguir definiéndote por las tareas que haces es una apuesta perdedora en la era de la inteligencia artificial.
Deja de definir tu trabajo como un set de tareas. Es muy probable que si le preguntamos y repreguntamos a alguien dos o tres veces de qué trabaja, termine describiéndonos un listado de tareas.
- "Bajo la información de un sistema y la traduzco en este Excel";
- "recolecto insights de distintos documentos y los cargo en una herramienta";
- "traslado este florero hasta una mesa, lo lleno de agua y pongo unos alelís".
Esto no debería sorprender a nadie. De hecho, un buen porcentaje de las búsquedas laborales que publican las organizaciones indican una serie de tareas que son las que deberá cumplir la persona que ingrese a ese trabajo.
Tu trabajo no es lo que hacés. Esta forma de concebir el trabajo no ha sido eterna en la historia de la humanidad. De hecho, no tiene más de dos siglos y medio, y podríamos considerarla hija de la modernidad industrial. La fábrica necesitaba fragmentar el proceso productivo en unidades discretas, medibles, asignables. Y esa lógica se expandió a toda la sociedad: "hasta acá llegan mis tareas, lo demás no es mi problema". El individualismo organizacional llevado al extremo.
Sin embargo, en pleno siglo XXI, y con la irrupción de la inteligencia artificial - entre otros factores que favorecen el cambio acelerado del mundo del trabajo - pareciera que esto deja de tener sentido.
Las tareas son absolutamente reemplazables. Las personas, los trabajadores, y el conocimiento experto, por el contrario, no lo son. El mundo pyme y el mundo startup - mucho más que las grandes corporaciones - tiene esto mucho más claro en su ADN: Una persona es mucho más que su puesto, y las tareas de cada cuál no están ultra definidas. Mientras que la corporación es la coronación máxima de la modernidad industrial, la Pyme sigue conteniendo algo del trabajo pre-industrial y la startup se toca con esta última trayendo elementos de lo post-industrial. No en un sentido lineal sino que, en algunos aspectos, circular.
Las habilidades tampoco son la respuesta. Ante este vacío de tareas - que no es nuevo - venimos escuchando hasta el cansancio la idea de que ahora lo importante son las habilidades. Pero cuando descubrimos que las habilidades técnicas son también rápidamente reemplazables, empezamos a decir que son las habilidades "blandas", whatever that means. Francamente creo que tampoco estamos dando en la tecla ahí.
El propósito colectivo es el antídoto al individualismo organizacional. La modernidad industrial nos vendió la idea de que cada uno es dueño de su parcela de tareas, responsable solo de su pedacito del proceso. "Yo hago mi parte, el resto que se arregle". Pero esa fragmentación extrema es precisamente lo que nos vuelve reemplazables. Cuando tu identidad profesional se reduce a ejecutar tareas aisladas, sin entender ni importarte el objetivo mayor, te convertís en una pieza intercambiable.
Los puestos los construyen las personas. Estamos viviendo y vamos a vivir cada vez más épocas donde los "puestos" los construyen las personas. Y mucho más las "tareas" dentro de esos puestos. Esas tareas van a cambiar cada vez más, entre otras cosas porque muchas van a ser realizadas por asistentes o agentes de IA. Quienes quieran aferrarse a las tareas que realizan, creyendo que ese es efectivamente su trabajo, probablemente son los que más van a padecer el mundo laboral que se viene. Por nostalgia o conservadurismo.
El propósito colectivo trasciende las fronteras del puesto. Quienes logren entender el propósito colectivo de su trabajo (entendido como el objetivo último de lo que se está buscando lograr en la organización) y alinear sus objetivos personales a ese objetivo más amplio, es quién va a poder lograr insertarse mejor en este mundo que se viene. Ya no es "mi trabajo termina acá" sino "¿cómo lo que hago contribuye al objetivo compartido?". No es "procesar facturas" sino "garantizar la salud financiera". No es "escribir código" sino "crear experiencias que resuelvan problemas reales". No es "mover floreros" sino "transformar espacios en experiencias memorables". La diferencia no es semántica: es entre ser un ejecutor de tareas aisladas o un contribuyente consciente a un propósito mayor.
La modernidad industrial nos enseñó a definirnos por lo que hacemos individualmente. La era post-industrial nos exige definirnos por lo que logramos colectivamente. Es un cambio sutil en la formulación pero radical en sus implicancias.
No es el fin del trabajo. Es el fin del trabajo como lista de tareas individuales y el nacimiento del trabajo como contribución al propósito colectivo. Y honestamente, ya era hora.